miércoles, 25 de noviembre de 2015

Felicitamos a nuestra socia Araceli Pérez Navas por la publicación en La Verdad titulado “La esperanza se llama Olivia”.

Felicitamos a nuestra socia Araceli Pérez Navas por la publicación de un artículo en La Verdad el jueves, 19 de noviembre, titulado “La esperanza se llama Olivia”.

 Aurora se levantó como cada mañana: se asomó a la ventana con mirada nostálgica; el destello del sol la hizo correr las cortinas, era un día soleado, pero Aurora, en su tristeza no era capaz de distinguir la bonanza del tiempo, ni la vida que resurgía como cada año en primavera.

Ayer estuvo en el mar; fue a esparcir las cenizas de su padre. Con este triste acontecimiento, daba adiós al único nexo que le unía a este mundo.

Tiene 54 años, y, a lo largo de su vida, ha tenido de todo: bueno, y malo, más de lo último, que de lo anterior.

En su juventud todo transcurrió de forma normal. Terminó sus estudios de secretariado, opositó para conseguir entrar en Telefónica; a pesar de las dificultades consiguió aprobar, fue un triunfo para ella, probablemente una de las escasas alegrías en su vida.

Se casó a los 24, años. Su marido, representante de medicina, era un hombre amable y luchador. Los dos formaban lo que suele decirse, una buena pareja. Dos años después de casados tuvieron una hija; la vida les sonreía. Compraron una casa en el campo, en la que disfrutaban sus vacaciones y fines de semana. En ella organizaban pequeñas fiestas y recibían amistades y familia.

Su vida transcurría por los cauces de la normalidad. Pero, un día todo cambió: el marido contrajo una grave enfermedad y falleció al poco tiempo.

Se quedó viuda con una hija de ocho años. Empezó la lucha para hacerle frente a la vida, sola y con la responsabilidad de criar y educar a una niña pequeña.

Pasó el tiempo con las vicisitudes normales de la vida y su hija cumplió los 18 años.

Era una joven estudiosa y alegre, que llenaba su vida de ilusión y expectativas de un futuro tranquilo.

Pero una mañana la desgracia volvió a sorprender a Aurora de forma terrible. Su hija caminaba por una céntrica calle. En ese momento la policía perseguía a un delincuente que, en la fuga disparaba a los policías, y, la fatalidad hizo, que una de las balas alcanzase a su hija. Su dolor fue inmenso, pero tuvo la entereza suficiente para donar los órganos de su hija.

Ahora solo le quedaban su dolor y el cuidado de su padre; a partir de esta mañana, ni siquiera eso.

Han pasado unos días de la muerte de su padre; Aurora se incorpora de nuevo a su vida cotidiana. Al salir de su casa hacia el trabajo, al llegar a la esquina de la calle: de una caja de cartón, oye salir como una especie de gemido; se acerca con sigilo a la caja aparentemente abandonada, y allí dentro la encontró. Era una niña recién nacida; desde su teléfono móvil avisó a la policía. Vino una ambulancia a recoger a la niña para trasladarla al hospital.

Aurora se encuentra en la sala de espera. Le han dicho que la niña está perfecta, sana, y feliz. Aquí empiezan sus conjeturas: ¿le darán la niña en adopción? Ya se imagina la vida con ella. Empezar de nuevo; cuidándola, dedicándole todo su tiempo y su amor. La llamará Olivia. Es un nombre que siempre le ha gustado. En la vida de Aurora ha renacido la esperanza.

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