miércoles, 15 de julio de 2015

Juan Antonio Urbano publica: “Padres e hijos”, en el diario La Verdad de Alicante.

Felicitamos a Juan Antonio Urbano por su publicación “Padres e hijos”, del jueves, 2 de julio, en el diario La Verdad de Alicante.



Padres e hijos


Los vientos del aletargado horizonte tremolan de impaciencia. Las salpicaduras refrescantes de las intrépidas ondas marinas oxigenan los pensamientos de azabache. Y la brillante sonrisa del sol mediterráneo resbala en el cristal de las mejillas de un cielo azul irisado.
Los estudiantes se arremolinan ante sus notas y el verano, entre el esfuerzo del curso ya acabado y el merecido descanso. Presentan los resultados a sus padres, énfasis de triunfo, paréntesis desolado. A ellos están unidos en lo bueno y lo malo. Lazo hermoso de la sangre, pirueta de genes danzantes, gestos de espejo anudados, reflejos en los pentagramas vitales.
Padres e hijos, dos formas distintas de mirar el mundo, de enfocar sus prioridades, de valorar sus posiciones, de mantener sus intereses en distinto plano. Pero ambas, aparentemente dispares, confluyen en el mismo punto convergente: la vida.
Padres e hijos, dos mundos a parte que conviven paralelos y que e veces logran tocarse en lo cotidiano de una relación intermitente del «vive y deja vivir». Confrontación de pareceres: los que vienen del pasado, de la experiencia, de la tradición con los que fluyen de la ilusión por recorrer nuevos caminos lejos de las ataduras de infancia, del saborear sus propias experiencias añadiendo los ingredientes por ellos elegidos (música, forma de vestir, de llevar el pelo, los aderezos que identifican con el grupo al que se quiere pertenecer o parecer, con la época en que viven, las nuevas posturas ante los problemas, las ideas, la utilización de nuevas tecnologías, la forma de expresar el arte...). Padres e hijos, la dinámica siempre es la misma en el caminar de los siglos.
Pero ambos bagajes culturales confluyen en el mismo punto convergente: la vida.
Rayas en el agua dibujan al dios sol en la playa. La colina de centeno ha visto bajar por su ladera a padres e hijos con herramientas de piedra a buscar entre las rocas marinas el sustento. Sobre los verdes ocre de las algas caminan sumisos por respeto a aquel astro vestido de poder lumínico que arrebata lo obscuro a la noche para imponer la claridad de sus amaneceres.
Padres e hijos, el equilibrio se balancea para hacer camino. La historia nunca se ha parado; solo cambia el ritmo.
Los vientos del aletargado horizonte tremolan de impaciencia. Las salpicaduras refrescantes de las intrépidas ondas marinas oxigenan los pensamientos de azabache. La misma playa, la misma colina. Los coches atraviesan las gargantas. Las calzadas, casas y aceras; farolas, semáforos y rotondas disimulan del sol su presencia. El sol ya no es un dios, pero las gentes reclaman su presencia para que pinte de moreno sus pieles en aquella misma arena. Ese sol que en las centrales solares se maneja.
Padres e hijos confluyen en el mismo punto convergente: la vida, para que avance al ritmo que cada época necesita.
Conflictos generacionales, balanza en movimiento, es la lucha entre la supervivencia de la especie, de la perdurabilidad de la cultura... y el avance y la evolución en las mentalidades para construir mentalidades nuevas con el fin de que el hombre no desaparezca y la cultura no sea una losa que atrape al ser humano en la Edad de Piedra.
Somos lo que somos y venimos de donde venimos, ese es el legado de los padres, que van marcando el ritmo de la especie. Cultura y raíces, identidad y cimientos, bagaje con el que caminamos. Pero seguimos andando con nuevos aires y por caminos renovados con ideas frescas, enriqueciendo nuestro equipaje, aumentando los elementos de cultura y aportando nuevas soluciones a nuestro mundo. Esto es lo que aportan los hijos.
Los conflictos generacionales son una estratagema que la humanidad lleva consigo para seguir avanzando, desechando aquello que quedó obsoleto y nos impide hacer camino y no aceptando las cosas que se perfilan en el horizonte y serán un lastre para dirigirnos a nuestro destino...
Nuestros abuelos echaron un pulso a sus padres, nuestros padres también anduvieron forcejeando para buscar su sitio, nosotros con nuestros padres también lo hicimos. Ahora, es el turno de nuestros hijos. Trabajemos por sanear nuestro tiempo, demos a nuestros descendientes valores y buenos principios que ellos sabrán encauzar su destino como nosotros lo hicimos. No sabemos lo que viene, a veces ni lo intuimos, pero si no hipotecamos el futuro los jóvenes sabrán encontrar su ritmo y podrán labrar su destino.
Respeto entre padres e hijos, porque equilibrando las posturas es como mejor se anda el camino. 



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